lunes, 28 de mayo de 2012

Esfinge tebana

EDIPO Y LA ESFINGE DE TEBAS Edipo, uno de los príncipes más desventurados que han existido, era hijo de Layo, rey de Tebas, y de Yocasta. Éstos, antes de casarse, consultaron al oráculo de Delfos, que les advirtió “que el hijo que tuvieran llegaría a ser asesino de su padre y esposo de su madre”. Cuando nació, Layo encargó a un allegado que matase al niño; pero el servidor se limitó a perforar los pies del niño y a suspenderlo con una correa de un árbol del monte Citerón. Un pastor lo encontró y se lo entregó a una mujer de Corinto, Peribea, para que lo criase. Lo llamaron Edipo, que significa en griego “el de los pies hinchados”. Al cumplir catorce años fue a consultar al oráculo de Delfos, pues quería saber quién era realmente. La respuesta fue el consejo de “no retornar jamás a su país natal si no quería ocasionar la muerte de su padre y desposarse con su madre”. Conmovido, se marchó de Corinto y se dirigió a la Fócide. En el camino, en un paso estrecho, un arrogante anciano le exigió que le cediera el paso. Discutieron y Edipo lo mató sin saber que era Layo. Después de esta catástrofe que privaba a la ciudad de Tebas de su rey, una calamidad asoló la comarca: la Esfinge. Este monstruo tenía cabeza de mujer, cuerpo de león y las robustas. Estaba en la cima del monte Fikion, junto a Tebas, detenía a todos los que pasaban por allí y les proponía enigmas que tenían que resolver, devorando al que no acertaba. Muchos habían muerto allí. Creonte, el hermano de Yocasta, que entonces reinaba en Tebas, anunció en toda Grecia que concedería la mano de su hermana y la corona de Tebas al que librara la Beocia de esta calamidad. Como Edipo iba a Tebas, se encontró con la Esfinge. Ésta le formuló la primera pregunta: “¿Cuál es el ser que no tiene más que una voz, y único sobre todos, que posee al principio cuatro patas, dos al mediodía y tres a la tarde? Edipó meditó y le contestó que el hombre, porque de niño andaba a gatas, de hombre, sobre los dos pies y, de anciano, con los dos pies y un báculo, que hacía el efecto del tercero. La Esfinge rugió de indignación y le hizo la segunda pregunta: ”¿Cuáles son las dos hermanas, una de las cuales engendra a la segunda, y a la vez la segunda a la primera?” Casi sin meditar repuso Edipo: “Son el día y la noche, que se engendran sucesivamente” La Esfinge, al verse por segunda vez adivinada, prorrumpió en gritos espantosos y se arrojó desde la roca, matándose. Edipo entró como un héroe en Tebas y se casó con Yocasta. A partir de este momento, los estragos y tribulaciones cayeron sobre la ciudad y sus habitantes. Los campos dejaron de producir, la sequía era cada vez mayor, el ganado moría, los niños morían antes de nacer o al poco de su nacimiento. Edipo volvió a consultar al oráculo para saber qué pasaba. Le contestó que todo se debía a la muerte inmotivada de Layo. Edipo fue a visitar al adivino Tiresias para preguntarle quién era el asesino. Éste le contestó: “Tú lo mataste cuando iba en un carro conducido por Polifonte, en la bifurcación del camino de Tebas, y al casarte con su viuda, te has casado con tu propia madre en yugo incestuoso que ha irritado a los dioses”. Al enterarse Yocasta de esto, subió a lo alto del palacio y se ahorcó colgándose de una viga. Edipo, extraviada su razón, se arrancó los ojos, sumiéndose en total oscuridad.